jueves, 28 de abril de 2011

Alguien volo sobre el nido del cuco 1975

Llegó gritando y riendo. Espabiló a los más vagos del planeta. Argumentó contra la hipocresía y el cinismo. Desató las iras de los acomodados, de los poderosos, del sistema ilustrado que lo encajonaba. Y era un violador. Y menudo violador. El más simpático, patán, vago y sucio Jack Nicholson. Y lo bordó. Y nos dijo que en todo lo que se supone malo hay bueno, y en lo que se supone bueno hay malo. Y nos hizo reír. Y llorar. Y toda la camarilla de estupendos locos que lo secundan merecían compartir con él la preciada estatuilla. Y nos hicieron creer por un instante que eran doctores en medicina (un momento brillante). Y nuestra malvada y vomitiva enfermera en el fondo da más miedo y pavor que cualquier pelandrusca de cualquier peliculilla de terror. Y Milos Forman dirigió con brillantez, alternando primeros planos con medios de una exquisitez que no tiene nombre. Y lo acompañó la música. Y los diálogos. Y el montaje. Y el final. Y el jefe. Porque nos encanta el jefe.
La angustia tan profunda y claustrofóbica del panorama psiquiátrico que nos ofrece Forman supera la percepción de lo superficial, algo tan hermosamente abstracto que no todo el mundo consigue ver en un simple visionado, transmitido por medio de un guión tan correcto como eficientemente ejecutado por unas interpretaciones magistrales. Cualquiera de los secundarios de esta película supera con creces a la mayoría de los que ahora nominan a los oscars. A Nicholson abría que dedicarle un capítulo aparte de unos veinte a treinta folios si quisiéramos ser medianamente justos y proporcionales con su meritorio papel, pero decreto que no es necesario dado que es tan redondo que incluso sin prestarle gran atención te percatas de que es soberbio. Todo ello impide lo inevitable, que te salga un brutal drama inachacable por los cuatro costados y que tu intelecto deje un hueco en el cerebro a esta maravilla que no da oportunidades a imperfecciones globales.

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